1 de junio de 2014

Naves Espaciales


 

Naves espaciales

Rellenaba su pipa y su café de nuevo, a la vez que veía a los más pequeños dar besos y marchar a sus camas. Los demás se recolocaban para estar más cerca y cómodos, cogiendo las mantas y cojines sobrantes. Comentaban detalles de la historia anterior; que si realmente fue así, que si ya chocheaba o que tan siquiera se parecía a la realidad. Y minutos después cuando el comedor entro en silencio…

-       Si salís a fuera encontrareis una plataforma espacial repleta de naves… naves espaciales de esas ochenteras. Sin aerodinámica alguna; toscas y mecánicas a la vez que acogedoras y básicas. Cuatro, cinco y hasta seis pasajeros íbamos en ellas.

- Hasta americanas y la Abu montaba en ellas

Solían ser de media distancia los viajes que recorrían. Y nosotros partíamos al ocaso para visitar nuevos paraísos; perdón nuevos planetas

Días antes nos proveíamos de víveres esenciales y la cantidad de agua requerida. Para ser correcto… los tripulantes de aquellos viajes sabían quién la traía.

 

 Todos los ojos y sonrisas enfocaban a una persona sentada al fondo del comedor.

 

-         Bueno, pues eso; patatillas, fabadas, fideos y galletas de chocolate llenaban nuestras mochilas estelares, pues el fuego para calentarlo también lo traía …  

 

Carcajadas y abrazos recibía la misma persona de antes

Prosigo… la ida del viaje era tan amena que solo nos daba tiempo para ponernos al día, echarnos cuatro risas con las ultimas anécdotas vividas y como no, para perderse. Si, pues un buen viaje intergaláctico requiere de una parada para evacuar líquidos y otra para encontrar el camino adecuado. Y como no, éramos imanes para coincidir con el tonto del pueblo, que en alguna ocasión encajaba con el marica, el cura, o los dos a la vez.

Estas salidas galácticas tenían como finalidad evadirnos de una realidad jodidilla y una sociedad que nos rodeaba falta de valores y corrupta. De esta manera buscábamos sitios a las afueras de la gran jungla gris. Rutas por bosques, pueblos perdidos, lagos, montañas y hasta el mar, el mar, el mar. Lugares con un encanto especial, de esos soñados o leídos en libros de fantasía y ciencia afición.

Llegados al destino acordado, explorábamos el territorio con largas caminatas para disfrutar del entorno. Hasta la hora de abastecerse de víveres. Que curiosamente no encontrábamos el sitio más cómodo en el momento preciso, sino después y a escasos metros. Soporte vital a hombro cruzábamos ríos, atravesábamos llanuras, subíamos colinas… parando cada dos por tres para respirar pues pesaba mucho el traje espacial; hasta que el atardecer y el cansancio nos alcanzaban. Esos días eran especiales y nuestros cuerpos y almas alcanzaban el karma en su máxima expresión.

Mas vuelta al hogar se nos echaba la oscuridad estelar. Con dulces melodías recorríamos tranquilos los últimos kilómetros. Cualquier música era buena, rock, celta… pero las canciones de las series de nuestra niñez alegraban los corazones de todos pasajeros. Llenándoles de bellos recuerdos, intimidad, amistas y confidencialidad. Rebosando una esperanza grata para repetir otros viajes interplanetarios.

Una tos seca interrumpió el final. Cof ¡¡ Cof ¡¡

-       Pero que metes en la pipa Abu, si todavía no existe esas naves ¡¡¡

-       ¿Tú crees?

Y con un gesto pícaro guiñó un ojo al amiguete del fondo y a su mujer. Se levantó a apagar los cuatro rescoldos de la hoguera y dio por finalizada la noche

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