Naves espaciales
Rellenaba su pipa y su café de nuevo, a la vez que veía a los más
pequeños dar besos y marchar a sus camas. Los demás se recolocaban para estar
más cerca y cómodos, cogiendo las mantas y cojines sobrantes. Comentaban
detalles de la historia anterior; que si realmente fue así, que si ya chocheaba
o que tan siquiera se parecía a la realidad. Y minutos después cuando el
comedor entro en silencio…
-
Si salís a fuera encontrareis una
plataforma espacial repleta de naves… naves espaciales de esas ochenteras. Sin
aerodinámica alguna; toscas y mecánicas a la vez que acogedoras y básicas.
Cuatro, cinco y hasta seis pasajeros íbamos en ellas.
- Hasta americanas y la Abu montaba
en ellas
Solían ser de media distancia los
viajes que recorrían. Y nosotros partíamos al ocaso para visitar nuevos
paraísos; perdón nuevos planetas
Días antes nos proveíamos de víveres
esenciales y la cantidad de agua requerida. Para ser correcto… los tripulantes
de aquellos viajes sabían quién la traía.
Todos los ojos y sonrisas enfocaban a una
persona sentada al fondo del comedor.
-
Bueno, pues eso; patatillas, fabadas,
fideos y galletas de chocolate llenaban nuestras mochilas estelares, pues el
fuego para calentarlo también lo traía …
Carcajadas y abrazos recibía la misma
persona de antes
Prosigo… la ida del viaje era tan
amena que solo nos daba tiempo para ponernos al día, echarnos cuatro risas con
las ultimas anécdotas vividas y como no, para perderse. Si, pues un buen viaje
intergaláctico requiere de una parada para evacuar líquidos y otra para
encontrar el camino adecuado. Y como no, éramos imanes para coincidir con el
tonto del pueblo, que en alguna ocasión encajaba con el marica, el cura, o los
dos a la vez.
Estas salidas galácticas tenían como
finalidad evadirnos de una realidad jodidilla y una sociedad que nos rodeaba
falta de valores y corrupta. De esta manera buscábamos sitios a las afueras de
la gran jungla gris. Rutas por bosques, pueblos perdidos, lagos, montañas y
hasta el mar, el mar, el mar. Lugares con un encanto especial, de esos soñados
o leídos en libros de fantasía y ciencia afición.
Llegados al destino acordado,
explorábamos el territorio con largas caminatas para disfrutar del entorno.
Hasta la hora de abastecerse de víveres. Que curiosamente no encontrábamos el
sitio más cómodo en el momento preciso, sino después y a escasos metros.
Soporte vital a hombro cruzábamos ríos, atravesábamos llanuras, subíamos
colinas… parando cada dos por tres para respirar pues pesaba mucho el traje espacial;
hasta que el atardecer y el cansancio nos alcanzaban. Esos días eran especiales
y nuestros cuerpos y almas alcanzaban el karma en su máxima expresión.
Mas vuelta al hogar se nos echaba la oscuridad
estelar. Con dulces melodías recorríamos tranquilos los últimos kilómetros.
Cualquier música era buena, rock, celta… pero las canciones de las series de
nuestra niñez alegraban los corazones de todos pasajeros. Llenándoles de bellos
recuerdos, intimidad, amistas y confidencialidad. Rebosando una esperanza grata
para repetir otros viajes interplanetarios.
Una tos seca interrumpió el final. Cof ¡¡ Cof ¡¡
-
Pero que metes en la pipa Abu, si
todavía no existe esas naves ¡¡¡
-
¿Tú crees?
Y con un gesto pícaro guiñó un ojo al amiguete del
fondo y a su mujer. Se levantó a apagar los cuatro rescoldos de la hoguera y
dio por finalizada la noche
No hay comentarios:
Publicar un comentario